Transcurre el mes de Mayo y los padres comenzamos a pensar que hacer durante el tiempo de vacaciones de nuestros peques. Algunos porque tenemos que trabajar, otros porque nos agobiamos con la idea de tener a los peques tanto tiempo sin hacer “nada”, otros porque simplemente lo creemos necesario. Yo estoy un poco en todos estos supuestos. Y os voy a contar porqué sí están bien las actividades de verano.
Ni hablar si los padres tenemos que trabajar. Allí no hay discusión posible.


Por otro lado, el ritmo, intereses, demandas, energía y necesidades de los niños es diferente a la de los adultos. Muchas veces tener a un niño todo el tiempo en casa puede resultar agotador. Sobre todo porque los padres no somos ni maestros, ni terapeutas, ni monitores (y aunque lo fuéramos de profesión creerme que no es lo mismo con los propios hijos) y se nos acaban las ideas y con ello la paciencia. Resultado: en lugar de disfrutar dos meses de verano en familia, aquello termina siendo un horror. Los niños necesitan jugar, crear, socializar, moverse. Y si es con otros niños más que mejor. Y seamos sinceros, los padres no siempre tenemos ganas de pasarnos 5 horas en la piscina, o 10 en el parque o 4 haciendo juegos de mesa o 2 montando legos, comiditas para los muñecos o play mobils.


Si vamos aún un poquito más lejos, está muy bien desordenarse de vez en cuando y dejar de lado la rutina para despejarse de obligaciones y deberes. Pero dos meses con un ritmo “dis-rítmico” también mata a cualquiera (sobre todo a la hora de volver al orden).
Conclusión: los campamentos urbanos y actividades que se desarrollan durante el verano – incluso los talleres intensivos y terapias, permiten a los peques aprender de otro modo. Desarrollarse jugando. Disponer su mente al aprendizaje sin el agobio de los tiempos y presión del colegio.
Y en el caso de niños con alguna dificultad, poder enfrentarse a su “carencia” desde otro lugar. Volver a encontrar el gusto por leer, escribir, “estudiar” o decir algo, aunque lo diga mal, sin sentirse “evaluado”.
Los talleres, como los que organizamos en DyLes o las terapias durante el verano, suelen proponerse desde un plano más lúdico. Donde fomentar habilidades desde el placer y disfrute. Todos somos conscientes que los peques, al igual que los adultos, se agotan y que precisan procesar la información de otro modo. Y allí es donde entran en juego estas actividades de verano.
Los momentos ideales para este tipo de actividades las semanas siguientes al fin del colegio y un par de semana antes de que comience el curso nuevamente. Es un frenar controlado y un empezar paulatino. Al terminar, vamos bajando el ritmo poco a poco. Así aprovechamos la energía que traen los peques para enfrentarles al aprendizaje de otro modo. Y al comenzar, vamos poco a poco entrando en rutina para poder luego enfrentarnos al nuevo curso.


Así que ya sabéis, que no os entre el sentimiento de culpa si vuestros peques acuden a un campamento, terapias o talleres mientras no hay cole. Si lo hacemos con cabeza y en su justa medida, seguro es beneficioso para todos.